BITÁCORAS TERCER PERÍODO

¿De qué es que estábamos hablando Gabrielito? Pregunta Faustina sin preocuparse mucho por su apariencia. Está despeinada y con la ropa más holgada que pudo encontrar en su clóset. Ida, bosteza y da señas de una total somnolencia. ¿Así de aburridas estaban mis anécdotas de las clases, Faustinita? Aaaaay, Gabrielito, no te me vas a poner así de meloso, le responde Faustina, con la misma actitud soñadora y apacible que ha mantenido durante todo el rato. No ves Gabrielito que a mí las historias de clase me aburren, es más, ¡el repudio Gabrielito! El repudio. Les tengo repudio, fastidio, desagrado. No sólo me dan sueño, sino que me da un sueño inagotable, con ganas de dormir por siempre Gabrielito. ¿No has entendido eso aún mi Gabrielito? No jodás. ¿Pero por dónde ibas? Sígueme contando a ver si no me aburro. Pero ponte más serio, más entonado. Eeeeso, así, como si tuvieras ánimos. ¡Anímate Gabrielito! ¿Acaso estás aburrido? No tienes por qué. Mira, se acaba de posar un pajarito en la ventana Gabrielito. Es azulito, me dijeron que se llaman azulejos. ¿Y los amarillos? ¿Se llama amarillejos? Ay Gabrielito, empiézame a contar tus historias, mira que ya estoy divagando de nuevo.

Gabrielito se endereza, tose un poco para aclararse la garganta y empieza a contar: Faustinita, las clases siempre son aburridoras. Y no te imaginas cuánta cantidad hay de gente como tú, así, muy desconectada. Es que a la gente no le interesa lo que le están enseñando Faustinita. Y a la hora de la verdad, deben tener razón. Es que los profes ya no son los mismos Faustinita. Te juro que yo, al igual que tú, tampoco entiendo todo ese tiempo que invierten en inculcarle a sus pobres estudiantes cosas en las que no son talentosos. ¿Para qué Faustinita? Por eso es que la gente sale tan desubicada mi niña. ¿Si me entiendes? ¿Si me sigues? Que síííí, que sí Gabrielito, yo siempre te sigo, ya no sé ni por qué preguntas, amor mío. Ven, dame un beso. Muuuuua. Así, gracias. Sígueme contando. Bueno mi niña, es que ahora, en las últimas clases en las que he estado, todo ha sido muy repetitivo. Los temas casi que fueron siempre los mismos. Todo empezó medio bien al principio, mucho Renacimiento, tú ya sabes de qué estoy hablando, de esa gente que se enojó con Dios después de la Edad Media y mágicamente empezaron a creer en sí mismos. A veces los miro y creo que hemos involucionado Faustinita. ¿Tú qué crees? No sé amor mío, no me preguntes, no sé qué responderte. ¿Para qué amor mío? Ven, dame otro beso. Muuuua. Así, gracias otra vez. Sígueme contando. Me encanta besarte, me fascina, eres tan mágica mi niña. Aaaay Gabrielito, ¿otra vez meloso? ¿En qué habíamos quedado? No seas así conmigo, amor mío. Pero mírame, yo también me puse así. ¡Agh! Sígueme contando Gabrielito.

Mi niña, todo se volvió aburridor. De la gente que siempre creía en si misma pasaron de un momento a otro a una cosa toda extraña, a unos ejercicios de escritura y habla, no me malinterpretes, era divertido verlos a todos muy extrañados de palabras que nunca antes habían ni saboreado en tu boca, es que tú entiendes que cuando uno prueba una palabra nueva o medio desconocida toda la vida se le voltea en ese momento, ¿lo has sentido, verdad? Yo sé que sí, por ejemplo, es como cuando te digo que te amo, saborear eso por primera vez es muy extraño mi niña, por eso digo que cada palabra y letra tiene su sabor diferente, a veces son agridulces y otras de textura suavecita, como tus labios. ¡Otro beso! Muuuua. Así. Gracias. Sígueme contando, amor mío. De un momento a otro saltaron de eso a qué es un poeta, un poema y la poesía, así, dando brincos no más, como si no hubiera un hilo, algo conectado, así como yo me atrevo a saltar de las pecas de tu hombro a las de tu mejilla, ¡así! ¿Ahora me entiendes cómo? Síííí Gabrielito, yo siempre te entiendo, no sé por qué lo preguntas. ¿Otro beso? ¿Sí? Muuuua. Así, gracias. Sígueme contando. Y así, como quien brinca en tu cuerpo Faustinita, llegaron al tema del internet, de las funciones del lenguaje, de los medios de comunicación, que qué tanto nos dejamos manejar, y blaaaaaah, blaaaaaah, blaaaah. Ay Gabrielito, me empezó a dar sueño. Tranquila mi niña, a mí también me dio sueño cuando el tema salió a flote. ¿Sí? Sí mi Faustinita, imagínate. ¡Tanta cosa qué hacer con este don que nos dieron de hablar y la gente lo desperdicia de esa manera en clases! Qué tal. Luego, al final, dizque un cuestionario de todas las temáticas. Ay mi Gabrielito, ¿y para qué? Ni idea mi niña. No entiendo al mundo. Yo tampoco mi amor. Ven, dame otro beso. ¿Sí? Muuuua. Así. Gracias.

Vuelves a quedarte dormida amor mío, mi Faustinita. Sí mi Gabrielito, es que tu historia hoy me dio sueño. Tú siempre te quedas dormida… Sí, a lo mejor así sea mi Gabrielito, pero ven, no me reproches, abrázame en esta flor que es nuestro hogar.

Y así durmieron todo el fin de semana Gabrielito y Faustinita en la flor que quedaba al lado derecho del salón de clases.